Dieta de fugitivos 1230
Andreu Manresa
La alimentación de un grupo de unas 40 personas musulmanas de Mallorca en fuga, acosados por el rey conquistador Jaume I
Este menú obligado, una dieta de supervivencia de un colectivo de 40 personas en fuga, ocultas en un acantilado, en una cueva abierta ante el abismo, remite a una situación extrema, a un final de unos orígenes y en un espacio mínimo.
Sin posibilidad de cruzar una frontera para huir e intentar salvarse, esos payeses sarracenos, musulmanes de Mallorca, acosados en 1230 por el rey conquistador, invasor, Jaume I y sus tropas se ampararon en un hueco de un despeñadero con el mar como horizonte inmediato, pero imposible. Allí acabaron derrotados, expoliados, esclavizados aquellos que salvaron la vida.
Tenían bajo una piedra las tres llaves de sus casas en la isla, la esperanza del regreso porque pensaban en el retorno. Sin proponérselo, con aquella herencia de hierro, dejaron un testamento general, un inventario global de aquel instante, la angustia prolongada. Hablan en sus detritus, los restos de lo que comieron en aquella situación de asedio sin escapatoria.
El último envite les sorprendió mientras se asaba uno de los diez conejos o liebres que consta que consumieron. Quedó una pierna al fuego, sin desmembrar. También transportaron a lo alto, a la bauma de abrigo, diez cabras y corderos, porque restos de su esqueleto se acumularon en el fondo del hoyo de desperdicios, las primeras comidas
En capas superiores, raros restos de 68 ratas y 8 murciélagos plantean la duda: la posible emergencia del uso de alimentos de la necesidad, la escasez de víveres y la imposible salida para cazar, dado que son especies de raro consumo humano. En días más amables los fugitivos dieron cuenta de tres gallos/gallinas y cuatro perdices, once palomos y tres mirlos.
Miquel Barceló, historiador, es director del informe sobre la excavación de un episodio histórico, un hecho de la posconquista, la persecución narrada al detalle por el rey en El llibre dels fets, primera autobiografía de la historia, según David Abulafia en La gran mar.
Barceló, con Helena Kirchner, Mateu Riera y 13 colaboradores analistas dan los detalles del asunto en Primavera 1230: Andalusins refugiats a la serra de Llevant (Mallorca) aún inédito. Del informe arqueozoológico surge el menú, la despensa y la cocina. El ajuar, la vajilla cerámica, que llevaron consigo fue muy grande (hasta 23 jarras y tinajas para agua) porque lo consideraron valioso y/o necesario.
La aventura —uno no se sale así de una isla— acabó la noche de luna llena de marzo, tras ocho días de resistencia antes de la rendición, tras semanas de refugio. Tres meses antes, las tropas del rey, los magnates y el arzobispo habían entrado y saqueado Medina Mayurqa/Ciutat de Mallorca/ Palma de Mallorca.
El joven rey catalán recorrió los extremos montañosos y “las entradas de la tierra” de su nuevo feudo-colonia para culminar la razia, la captura de gente, ganado y bienes. Los fugitivos inermes, payeses del entorno, lanzaban piedras a los caballeros armados. El botín creció con “roba bona” (objetos de valor), cereal y miles de cabezas de ganad
La secuencia del rancho de los fugitivos pasa de los mamíferos que llevaban consigo a la caza menor , las aves, los roedores (¿) y la recolección de moluscos. La lista de caracoles devorados en época de escasez ante la dilatada estancia en un refugio improvisado (bovers, viudes, caracolas, caracolas de serp, caracoles pequeños de serp) habla de una tradición culinaria que los pobladores de sustitución imitaron.
Pocos restos del mar cercano a la bauma d’en Xoroi en Ferrutx. Ir a pescar era de difícil en el asedio y apenas queda un cuerno, almejas, algunas espinas. La minuciosidad de la arqueología permite detallar hasta los cereales: cebada vestida, trigo desnudo y espelta gemela. También de viña y alguna mala hierba.
Hasta 555 carbones se han analizado para identificar la leña seca y verde usada, ya que no podían alejarse a recoger combustible. Ardió mata de lentisco, acebuche (ullastre), estepa, pino, pero no encina.
Los perdedores veían media Mallorca, de Formentor a Randa, la mar gran y sus posesiones arrebatadas. Se halló la tumba orientada hacia la Meca de una mujer de 1,53 centímetros de altura de unos 20 años, subsaharaiana (negra), que había comido verduras y carne; poco musculada excepto en los antebrazos.
Allí todo se paró en 1230, nadie habitó después en aquel lugar, solo quedó el momento, un hecho cerrado: el libro y el relato de los restos.
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